Al despertar esta mañana, tuve el extraño presentimiento de que el mundo iba a acabarse. De hecho, fue mi primer pensamiento consiente y, en lugar de entrar en pánico, me llené de una insoportable angustia. No había sentido algo similar desde aquellas veces en el colegio, cuando en horas de informática consultábamos una página web que podía predecir la hora y forma de tu muerte. Mis amigas se pintaban de valientes e ingresaban sus datos y yo me ponía triste hasta las lágrimas rogándoles que se detuvieran. No me malentiendan: mi muerte me tiene sin cuidado, pero siempre quise protegerlas a ellas.

 ¡Quería tanto a mis amigas!